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Bajo una corte de estrellas



Pasaban las diez de la noche cuando Juana me llamó. Contesté a pesar de que tenía sueño y estaba a punto de ponerme la pijama.

-Quiero que me acompañes, dijo Juana.

-¿Por qué siempre me llamas sobre el tiempo?, refuté.

-¿Por qué te quejas? Sé que mañana no tienes que ir a trabajar, Mariela me contó que tienen unos días libres.

-¿A dónde quieres ir?

-A la plaza Samper Mendoza.

-¿A dónde?

Durante varias semanas Juana me aseguró que la mala racha por la que estaba pasando no era una cosa fortuita. Una y otra vez me dijo que un aura de mala energía me seguía y que debía eliminarla cuanto antes. Yo, siendo el ser escéptico que soy, no le creí y traté, en cambio, de racionalizar lo que me pasaba… Ana me dejó por Lucas, mi mejor amigo, no los justifico, pero siendo 100% sincero conmigo mismo, llevaba meses sin sacar a Ana a cenar, a cine o a bailar; resultaba lógico que ella terminara cuadrada con otro. Los demás acontecimientos: la fuga de gas en mi casa que provocó un pequeño incendio en mi edificio, el salpullido que había desarrollado con apenas quince días, mi jefe aumentándome la carga laboral y refunfuñando para que extendiera mi horario unas tres o cuatro horas sin cargo alguno… todos esos acontecimientos, si bien eran desafortunados, no parecían ser cosa del destino.


-Por favor Harold, sabes que esto es grave.

-Y tú sabes, perfectamente, que no creo en nada de eso.


-Mira, si no quieres comprar la ruda para hacerte unos merecidos bañitos, al menos acompáñame a comprar un penca de sábila. Tú no crees en los poderes esotéricos de las hierbas, pero no puedes negar su poder curativo. Tengo el pelo horrible, solo tú puedes salvarlo.

-Entiendo. Te recojo en quince minutos, si no estás abajo para entonces, volveré a dormir.

-Ya. Acá te espero.

Quince minutos después Juana se subía al carro con una sonrisa de oreja a oreja. “Esto va a ser divertido”, afirmó.


Cuando entramos a la plaza Samper Mendoza sentí que el lugar estaba vivo. No era una plaza cualquiera, cada rincón ocultaba un secreto ancestral, vieja sabiduría del campo y un aroma embriagante que era difícil de resistir. Carretillas con hierbas y flores eran transportadas de lado a lado por toda la plaza. Los comerciantes se repartían canelazos y aguas aromáticas para combatir el frío que parecía decido a asentarse entre la piel y el hueso; menos mal que Juana si me había hecho la advertencia… “lleva una chaqueta abrigadora, el frío puede ser mortal.” Igual el ambiente era vigorizante y la atención cuidadosa de los vendedores hacía de la Samper Mendoza un sitio cálido y acogedor.


Juana revoloteaba por todos los puestos preguntando por las famosas pencas de sábila, discutiendo con las comerciantes diferentes recetas para mezclarla y potencializar sus beneficios en el cabellos seco. Se veía feliz y estaba muy emocionada de encontrar otras plantas que la ayudarían con diversos tratamientos de belleza: caléndula para las manchas, hierbabuena para dientes más blancos y mejor digestión, linaza para limpiar el colón y bajar de peso. Yo, por mi parte, estaba sorprendido con aquél místico lugar. Cada paso era una nueva hierba con propiedades variadas que iban desde la culinarias hasta la…


-Ven, dijo Juana.

-¿Qué?

-Es hora de que busquemos la solución a tu problemita.

-¡Qué intensa eres Juana! Creí que habíamos quedado en que te iba a acompañar y nada más.

-Estamos en la meca de las hierbas y tú quieres irte sin consultar sobre tu problemita primero, eres un necio. Sólo tienes que acompañarme.

Llegamos junto a un señor con una planta de hojas redondas y una flor amarilla: la ruda. El señor tenía una expresión serena y nos preguntó “¿qué necesitan, muchachos?”. Juana se apresuró a hablarle sobre mis problemas, “hace meses que su novia lo engañaba, lleva años buscando un ascenso, bien merecido por demás, pero su jefe lo desprecia. Se ha caído al menos una decena de veces del bus al salir, tiene un horrible salpullido y su doctor no ha podido encontrar el origen. La plata no le dura más de semana y media; la última vez me contó que botó dos billetes de $50.000 y que no recordaba dónde le ocurrió.” El señor se rascó la barbilla y me miró con una expresión de preocupación.


-Mijo, unos baños de ruda le van a venir muy bien, dijo el comerciante.

-Yo no creo mucho en eso.

-La fe es fundamental, aunque este es un caso de emergencia, usted va ver cómo le cambia la suerte. ¡Hágame caso!

-Le agradezco el consejo, dije escéptico. Dígame, entonces, ¿qué debo hacer?


Así fue que bajo una corte de estrellas y con Juana de mi lado accedí no solo a comprar la famosa ruda, sino que además prometí para ellos y para mí mismo que efectuaría los baños desde la siguiente mañana.


Una semana después de los baños de ruda las cosas empezaron a cambiar. Mi jefe me ascendió de la noche a la mañana, el salpullido desapareció y Juana me confesó que siempre había estado enamorada de mí y ahora somos novios. Voy cada ocho días a la Samper Mendoza, ahora solo hago baños de ruda y le agregué hierbas dulces, para mantener la buena energía y llamar la prosperidad.


Jornada de descuentos

 Información: Jornada de  descuentos hasta del 20% en  todos los productos.

 ¿Cuándo?: Todos los  miércoles

 

 ¿Dónde?:  Plaza distrital de mercado de Quirigua > Calle 90 # 91 - 52 en la plaza distrital de mercado del 7 de Agosto > Calle 66 #23-30.

 Hora:  7:00 a.m. - 5:00 p.m.

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