Carmen Segura, una mujer que se crio en la plaza y sacrificó el amor por trabajo
- tejedoresipes
- 22 ago 2017
- 3 Min. de lectura

“Llevo más de 50 años en la plaza La Concordia trabajando entre frutas y verduras, desde que era tan solo una niña. Hoy el legado que dejó mi mamá, cada vez crece más y mi hija menor es quien va a tomar las riendas del negocio cuando me retire”
Esta es la historia de Carmen Segura Martínez, quien narró en entrevista que nunca tuvo niñez ni supo lo que significó jugar con muñecas, ya que su madre quizás por haber tenido una crianza dura y una infancia para no recordar, jamás le permitió ser como los demás niños. Su labor con Carmen y sus 6 hermanos fue llevarlos a la calle desde muy pequeños a vender tapados de tomate y limón.
Prácticamente estudiar era un derecho que se ganaban con esfuerzo. Si trabajaban y hacían caso, tenían la posibilidad de ir en las tardes a la escuela La Concordia a aprender algo distinto a vender verduras, limpiar los limones y estar expuestos al sol y al agua.
“Mi niñez fue muy complicada, como le comentaba, mi mamá quedo viuda muy joven y eso la endureció de tal manera que nos maltrató mucho, me dieron mucho rejo y por cualquier cosa nos castigaba muy fuerte. Si le contara como era en esos tiempos”, aseguró Carmen
A pesar de su niñez frustrada, aprendió a cogerle cariño a las ventas y conoció de manos de su madre la manera de escoger las verduras y negociar con la gente. Pasaron los años y para ella no existía nada distinto en la vida que vender e intentar sacar adelante a sus hermanos, convirtiéndose en la mano derecha de su madre y manejando las riendas del negocio.
Recuerda que cuando murió su madre, ella le pidió perdón por lo errores causados y le dijo que nunca dejara caer lo poco que con tanto esfuerzo y dedicación habían construido. Ese legado hasta el día de hoy jamás se le olvidará. Se empoderó del negocio, sacó adelante a sus cuatro hijas profesionales, se casó y se convirtió en una líder de la plaza La Concordia, que vio construir y por la que han pasado muchos comerciantes amigos que hoy ya no están en el planeta.
Se dedicó tanto a sus tres locales, en aras de que a sus hijas nunca les faltara nada como si le faltó a ella, cuenta que su esposo la abandonó, según él, por qué no le dedicaba tiempo suficiente a sabiendas que era ella la que mantenía el hogar.
Desde entonces y aunque fue duro quedarse sola, vive feliz en función de su negocio y sus hijas. Todas las mañanas a las 3 de la mañana en compañía de su hija menor, quien ama la plaza y sigue el legado familiar, van a mercar a Corabastos para traer los mejores productos y ofertarlos en la plaza, ya que sus cliente potenciales son los extranjeros que se hospedan en la Candelaria, que todos los días la visitan por su calidad humana y por los buenos precios que maneja en comparación con las demás tiendas del sector.
Durante la entrevista, me causó curiosidad preguntarle por su vida personal y si el hecho de haber estado sola por tantos años le había afectado su parte sentimental.
Respuesta: “Solo me casé una sola vez en la vida, fue un hombre que amé mucho pero nunca entendió que mi dedicación al trabajo fue por él y por las niñas para darles un buen futuro. Todos estos años me conocí a mi misma, aprendí a valorarme más y entender que los hombres no son importantes en la vida de una mujer cuando no lo valoran a uno”, aseguró entre risas la señora Carmen quien, por ahora, no piensa en retirarse de la plaza, pero que con seguridad lo hará más adelante para dedicarse a consentir y disfrutar de sus nietos y bisnietos.
Comments