Después de perderlo todo, la perseverancia lo llevó a la felicidad
- tejedoresipes
- 28 ene 2018
- 2 Min. de lectura

Jairo Torres López, de 72 años de edad, tuvo un fracaso económico que lo dejó prácticamente en la calle. Le tocó empezar de cero y gracias a ese cambio de vida llegó a la plaza distrital de mercado 12 de Octubre, en la que lleva 10 años y a la que quiere como a su familia, por brindarle la oportunidad de volver a reencontrar la felicidad.
“Nunca me imaginé llegar a una plaza de mercado a trabajar, siempre trabajé como independiente y era yo quien ayudaba a mi familia económicamente. Desafortunadamente cometí errores que me costaron caro y de un momento a otro perdí todo lo que tenía; incluso mi casa, que cuando la perdí, salí con dos bolsas plásticas”, aseguró Jairo, con un gesto de melancolía en su cara.
Después de quedar prácticamente en la calle, acudió a su hermana, quien tenía un puesto en la plaza 12 de Octubre, para pedirle trabajo. Allí aprendió a hacer buñuelos, empanadas, arepas, pandebonos, jugos y ensaladas.
Su hermana quien lo ayudó a levantarse, padeció de una enfermedad crónica que la llevó a la muerte dejándolo nuevamente solo en la vida, con una mano adelante y otra atrás. “Cuando mi hermana se murió fue de las noticias más duras que he recibido en mi vida, porque ella me dio la mano, me enseñó a cocinar y era mi única compañía”, comentó Torres.
Sin muchas opciones de permanecer en la plaza, salió nuevamente a la calle, trabajó como vigilante, cuidando los niños de los familiares, pero ningún trabajo le gustaba y ninguno era permanente. Un día llegó a la localidad de Barrios Unidos, en donde queda ubicada la plaza y muchos almacenes de venta y confección de muebles.
“Ese día después de mandar a arreglar una mesa, pasé a la plaza a saludar a mis conocidos y me encontré con don Saúl y me dijo que me andaba buscando porque quería que le atendiera el negocio y me viniera a trabajar con él. No lo pensé dos veces y al otro día ya estaba con mi delantal”, aseveró Jairo.
Lleva trabajando 10 años en el local que queda al lado del piqueteadero de doña Segunda, todos los días llega muy temprano a amasar la masa para los buñuelos que son famosos en la localidad, vive feliz y lleva una vida tranquila. Actualmente vive con una hija a la que le ayuda para los gastos y a cuidar a sus tres hijos.
En los próximos días se va a acercar al IPES a pedir una alternativa comercial, ya que quiere tener su propio local y llevar sus recetas a un punto en donde pueda mejorar sus ingresos. “Quiero volver a mis años mozos, cuando era independiente y manejaba mis propios negocios”, finalizó Jairo con una sonrisa.
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