Martha Livia, una mujer que siguió el legado de su madre después de 50 años de trabajo en la plaza 7
Martha es de las pocas mujeres vigentes que han venido de generación en generación trabajando desde cuando era tan solo una niña. “Llevo 36 años en la plaza y desde que tengo uso de razón este espacio ha sido mi segundo hogar, pues acá crecí”, afirmó Martha.
Su madre fue una de las fundadoras de la plaza y recuerda que en esa época no existían los jardines y por ende los mantenían en guacales a ella y a sus hermanos. Cuando cumplió 5 años su mamá empezó a enseñarle los colores y los números a través de las frutas y las verduras con lo cual aprendió a contar con las clases prácticas que le dedicaba su madre mientras no estaba atendiendo el local.
Desde pequeña y quizás por haber estado inmersa toda su vida en la plaza, entendió que sus futuro estaba allí; no obstante lo que su madre siempre le exigió era que estudiara, pues tenía como lema que una persona letrada le iba mejor en la vida.
“Recuerdo que empecé a estudiar pero siempre en vacaciones trabajaba tiempo completo ayudando en el local y me ganaba mi platica para comprar mis cosas”. También gracias a la plaza, conocí a mi esposo con el que llevo 25 años y es mi mano derecha hoy en día”, dijo con agrado Martha.
Después de toda una vida de trabajo y aportarle mucho a la plaza su madre decidió dar un paso al costado y dejarle el negocio como herencia, el cual les ha dado para sacar adelante tres generaciones, entre ellas a sus hijos, una de ellas trabaja como auxiliar de vuelo en Avianca y el menor estudia Ingeniería Química en la Universidad Militar.
Todos los días se levanta a las 2:30 de la mañana para ir a mercar a Abastos para proveer su local de frutas y verduras. Actualmente ofrecen a los comerciantes la opción de surtirle sus negocios, ya que su esposo compró un furgón y esta es la manera como lo ponen a producir.
“Tengo toda la gratitud por mi plaza, acá crecí y gracias a ella, logré sacar a mis hijos adelante así como mi mamá lo hizo con nosotros. Espero poder seguir trabajando muchos años más hasta que Dios me de licencia; si algún día mis hijos tienen problemas económicos y quisieran hacerse cargo del local, siempre estará presto para ellos, pues nunca desde que estoy trabajando me he ido un solo día sin el diario ni la papita del día a día, comentó Martha.
